martes, 21 de diciembre de 2010

Tres Europas y un problema

JAVIER NEIRA No es una disyuntiva más porque o se consolida de una vez el bloque continental, como formidable potencia internacional, o sencillamente se va a un escenario similar al que existía antes de que los padres fundadores concibiesen su utopía hace cerca de sesenta años.


Una encrucijada trinitaria y muy viva -especialmente en estos días finales de año- para hacer frente a la crisis económica global desde coordenadas propias.


La vía progresista insiste en el valor de la cohesión europea. Y en la necesidad de avanzar en la unión política según lo firmado en el Tratado de Lisboa. Una cohesión que se cimenta con euros. Y ahí empiezan los problemas. La idea era aumentar el techo del fondo de rescate, situado en 750.000 euros. Uno de sus postuladores es Dominique Strauss-Kahn, presidente del FMI y quizá por encima de todo, político francés. Pero los que deben pagar no están por la labor. Y el proyecto complementario, emitir bonos del tesoro común -los denominan euroobligaciones- como proponen Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y lo que es más importante, presidente del Eurogrupo, apoyado Giulio Trementi, ministro de Economía de Italia. Los grandes saurios de la izquierda continental, tal que Attali, Delors o Schmidt, se han sumado con entusiasmo a la idea.


El problema es que Alemania y también Francia -que quiere seguir con el eje Berlín-París en un plano de igualdad, cada vez más problemático- temen que las ayudas conviertan en irresponsables a quienes las reciben que, confiados como cigarras, no realizarían las reformas estructurales, y radicales, que es preciso acometer. Más aún, algunas voces indican que el mal ya está hecho, que la crisis no tiene salida con semejantes estrategias y que cualquier ayuda adicional equivale a tirar un dinero que no abunda precisamente.


Frente a las tesis progresistas milita la línea conservadora-intervencionista de Merkel y en menor medida de Sarkozy. Y en oposición a las dos, la vía liberal, con pocos padrinos nominales pero con el formidable músculo de la realidad que se suele personalizar y hasta descalificar hablando de la insolidaridad y avaricia de los mercados. La propuesta liberal es sencilla: que ocurra lo que tiene que ocurrir, que se salve quien puede -quien lo merezca- y excepto evitar efectos psicológicos de pánico solo queda esperar a que se sanee la economía europea a costa de grandes sacrificios. Esta tercera vía apenas tiene apóstoles pero los hechos mandan mucho.


A día de hoy, cuando la encrucijada está al rojo vivo, todo indica que los centristas -los conservadores intervencionistas- se llevarán el gato al agua.


Un éxito que solo se puede producir cogiendo prestados elementos de las otras dos líneas de opinión.


Merkel y compañía aceptarán implementar un nivel de ayudas, sea con los instrumentos apuntados o con otros, porque así aseguran la estabilidad de la UE y Alemania es ya más que la nave capitana de esa formidable escuadra. La canciller alemana asumirá, pues, riesgos pero con red. En el caso español, que algunos ya motejan como el enfermo de Europa -eso mismo se decía de la Turquía de hace cien años- la prenda podría estar formada por las cajas de ahorros, en trance acelerado de privatización y que suponen más de la mitad del sistema financiero nacional que no es moco de pavo. Por el otro lado de la polémica, se iría a una Europa de dos velocidades con un pelotón de los torpes al que se le apretarían mucho más las tuercas ya que los ajustes hay que hacerlos sea por las buenas o por las malas.


Merkel seguiría imperando sobre un amplísimo conjunto, ahora más desigual y suficientemente flexible como para cortar algún miembro que se gangrene sin remedio. Una confederación, lejos de la unión política soñada. Quizá un espacio económico más competitivo aunque eso está aún por ver.
Fuente:http://www.laopiniondezamora.es

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